La imagen papal de Trump: polémica y desinformación en la era de la IA
- Diego Rodríguez
- 8 may
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Escrito por Diego Rodríguez
El 3 de mayo de 2025 el presidente Donald Trump causó gran revuelo al compartir en su plataforma Truth Social una imagen generada con inteligencia artificial en la que aparecía vestido como Papa. La publicación se dio apenas días después del funeral de Francisco y cuando aún no se había dado inicio con el cónclave para elegir a su sucesor. En cuestión de horas la foto, replicada por la Casa Blanca en su cuenta oficial de Twitter/X, circuló masivamente en redes sociales y provocó críticas entre líderes religiosos y políticos.

La imagen muestra al mandatario con sotana blanca, cruz dorada y mitra puntiaguda, brazo en alto dando la impresión de impartir una bendición. Su difusión se produjo sólo dos días después de que Trump hubiera declarado públicamente su interés en el papado: desde la Casa Blanca dijo “Me gustaría ser papa... Nadie lo haría mejor que yo”. De inmediato muchos usuarios lo interpretaron como un mensaje auto-promocional con tono humorístico, otros como un acto irrespetuoso.
El incidente llega en un contexto ya tenso: cuatro días antes Trump había asistido al funeral del Papa Francisco celebrado en el Vaticano con un abrigo azul en lugar del negro tradicional, rompiendo el protocolo oficial. Ese gesto ya había sido calificado de irreverente por algunos medios. En este escenario, la publicación de la foto papal aumentó las sospechas de abuso de las herramientas digitales.

La jerarquía católica respondió con indignación. El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, dijo que la imagen “no estuvo bien” y evitó adelantar si debía haber disculpas. Varios obispos de Nueva York publicaron en redes: “No hay nada inteligente ni gracioso en esta imagen... No nos mofen” aludiendo al reciente funeral de Francisco. En contraste, el Vaticano se mantuvo al margen: su portavoz, Matteo Bruni, aseguró que no haría comentarios sobre esas “conjeturas tecnológicas” ajenas a la institución.
En Europa la reacción también fue de reproche generalizado. La prensa italiana lamentó el “mal gusto” del montaje, destacando que se dio en pleno periodo de nueve días de luto oficial. Entre las voces políticas más críticas destacó el ex primer ministro Matteo Renzi, quien calificó la imagen de “vergonzosa” y afirmó que “ofende a los creyentes, insulta a las instituciones” pues mostraba al “líder de la derecha mundial” haciendo “payasadas”.
A nivel popular hubo opiniones divididas. En la Plaza de San Pedro, una peregrina brasileña exclamó incrédula: “¿De verdad lo publicó? Es ridículo”. En cambio, un turista estadounidense lo tomó con humor: aseguró que Trump “es un tipo cómico” y que “todos tenemos que relajarnos” ante la broma. En redes sociales se replicaron memes y comentarios que iban desde la indignación hasta la burla, ilustrando la polarización del debate.
Voces afines a Trump defendieron la imagen como un simple chiste. Seguidores en su club Mar-a-Lago la calificaron de “broma ingeniosa” y apelaron a la libertad de expresión. El propio Trump negó cualquier culpa: dijo no haber visto la foto hasta el domingo por la noche y afirmó que “no tiene idea de dónde salió, tal vez fue IA”. Añadió que su esposa la había encontrado “linda” y acusó a la prensa de exagerar, sosteniendo que “los católicos la amaron” mientras restaba importancia a las críticas.

Especialistas en comunicación e inteligencia artificial advirtieron sobre los peligros de estos contenidos. John Wihbey (Universidad Northeastern) señaló que estamos ante “un nuevo fenómeno – la fusión de las redes sociales y el poder de la IA” para dominar narrativas políticas. De forma similar, el estratega demócrata Michael Ceraso describió a Trump como “el primer presidente influencer”, capaz de encarnar al “hombre malo o bueno” siempre que genere reacciones en la audiencia.
La profesora Jennifer Mercieca (Texas A\&M) interpretó el episodio como parte de la estrategia de imagen presidencial: explicó que Trump busca proyectarse como un héroe en un momento de caída de su aprobación, creando “una fantasía visual de sí mismo intentando persuadir a la nación (y al mundo) de que es un héroe”. Paralelamente, líderes tecnológicos han lanzado la voz de alarma: Sam Altman, CEO de OpenAI, declaró al Congreso que la integridad electoral es “un área de gran preocupación” debido a la IA y urgió una regulación rápida del sector. La proliferación de deepfakes es alarmante. Algunos datos clave:
En 2023 se compartirán alrededor de 500.000 vídeos y audios deepfake en redes sociales a nivel global.
El 60% de los usuarios ha visto al menos un vídeo o imagen generados falsamente en el último año; solo el 15% dice no haber encontrado nunca contenido manipulado.
En México, el 72% de los internautas desconoce el término deepfake y el 62% no sabría identificarlo.
El 74% de la población mundial cree que la IA facilita la creación de noticias o imágenes falsas muy realistas.
Una encuesta UNESCO/IPSOS revela que el 87% teme que la desinformación impacte significativamente las campañas electorales.
Ante estos riesgos, empiezan a surgir respuestas legales. En California (hogar de muchas empresas de IA) el gobernador Gavin Newsom promulgó en septiembre de 2024 leyes para combatir deepfakes electorales. Una de ellas (AB 2655) obliga a las grandes plataformas en línea a eliminar o etiquetar contenido electoral alterado digitalmente, subrayando que “salvaguardar la integridad de las elecciones es esencial para la democracia”. También se discuten medidas similares en otros estados y países, con el objetivo de imponer transparencia en la publicidad política digital.
La controversia del “Papa Trump” ejemplifica la urgencia de estos debates. Analistas señalan que la ciudadanía e instituciones deben reforzar la educación mediática y exigir mecanismos de transparencia tecnológica. Incluso desde la industria se buscan soluciones: el CEO de Midjourney anunció la implementación de marcas de agua digitales en las imágenes generadas con IA para habilitar su trazabilidad y combatir abusos. En definitiva, este caso subraya que en la era digital el desafío no es sólo técnico, sino cultural: hay que aprender a verificar, cuestionar y contextualizar cada imagen para proteger la verdad.
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