De TikTok a las calles: la generación que sacude la política peruana
- Gabriel Loc
- hace 1 día
- 3 Min. de lectura
Escrito por Gabriel Loc
Transcurria un mes de noviembre del año 2020, siendo las ocho de la noche en Lima cuando el hashtag #SeMetieronConLaGeneraciónEquivocada explotó en Twitter. En minutos, miles de jóvenes estaban compartiendo videos, memes y convocatorias a marchas. La destitución del presidente Martín Vizcarra, había encendido una chispa. Y las redes sociales hicieron lo suyo: convertirla en incendio. Lo que comenzó en línea terminó llenando las calles. Algo se había roto y también despertado.

TikTok, Instagram, Facebook… dejaron de ser solo distracción. Se volvieron trincheras. Espacios de catarsis, de información, de organización. Muchos jóvenes, cansados de los políticos de siempre, encontraron ahí un lugar para decir “basta”. Las personas jovenes, que muchos de ellos aún no tenían la oportunidad de participar en las votaciones nacionales se sumaron a la voz de protesta. La indignación se transformó en acción. Y esa acción, en movimiento. Nadie lo vio venir, pero fue real.
Una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) reveló que el 53% de jóvenes entre 18 y 24 años participó en las protestas, tanto en las calles como en redes. Además, un abrumador 91% desaprobó la actuación del Congreso en la vacancia. Las cifras hablan, pero sus voces gritaban más fuerte. No era apatía, era hartazgo contenido durante años.
Y lo expresaron con arte, humor e ironía. Memes que se volvían virales en seguida, canciones que pegaban más que cualquier discurso, videos que mezclaban denuncia con creatividad. Fue una explosión de ingenio y resistencia.
Las redes no solo convocaron. También protegieron. Fueron cámaras testigo, archivo viviente de lo que pasaba en tiempo real. Se documentaron abusos, represión, violencia. Los videos de policías golpeando a manifestantes, los testimonios de los heridos, circularon como fuego. El mundo miró. Y el país, por fin, también. En las marchas, los carteles hablaban claro: “No es odio, es amor al Perú”. Y sí, ese amor dolía. Así nació el término “Generación del Bicentenario”: jóvenes que no se reconocían en el sistema, pero sí en la esperanza de algo distinto. De un país más justo. Más suyo.

Pero todo cambió la noche en que Inti Sotelo y Bryan Pintado fueron asesinados. Tenían sueños, como todos. Y se los arrebataron. Sus muertes fueron un golpe al alma colectiva. Se convirtieron en símbolos. En banderas. En motivos para no rendirse. Las redes se llenaron de homenajes, lágrimas, y promesas de seguir.

La presión fue tan fuerte que en menos de una semana, Manuel Merino renunció a la presidencia. Una victoria. Chica, quizás, pero profundamente simbólica. Por fin, el poder escuchaba aunque fuera por miedo. Las redes, esa arma que muchos despreciaban, se habían ganado su lugar como herramienta de cambio. Desde entonces, esta generación no se ha ido a casa. Sigue ahí. Atenta. Participando en campañas, promoviendo iniciativas ciudadanas, cuestionando a quienes gobiernan. No están esperando ser invitados. Ya se sentaron a la mesa. Y si no hay mesa, la arman ellos mismos.
TikTok, Instagram, Twitter… siguen siendo sus campos de batalla. Ahí organizan, denuncian, educan. Las redes no son el fin, sino el medio. El puente entre el “no me importa” y el “yo también quiero cambiar esto”. La conexión entre una persona y miles más que sienten igual.
Claro que no ha sido fácil. La desinformación, las campañas de desprestigio. Todo eso también está ahí. Pero no se han quedado callados. Han creado redes de verificación, colaborado con periodistas, y aprendido a defenderse. Están creciendo en la pelea. Y eso se nota.

El activismo ya no vive solo en internet. Está en los barrios, en los colectivos, en los debates, en las aulas. Jóvenes organizándose sin partidos, sin líderes únicos. Con ideas, sí. Con convicciones, también. Se les subestimó durante mucho tiempo. Pero ya no más. En un país golpeado por la corrupción y la indiferencia, ellos decidieron creer. Apostar. Hacer política desde la calle, desde el celular, desde donde sea. Le recordaron a todos que la democracia también se defiende desde abajo. Con pancartas, con hashtags, con corazón.

Hoy, los jóvenes peruanos siguen en pie. No lo hacen por moda ni por rebeldía vacía. Lo hacen porque creen. Porque quieren. Porque saben que merecen un Perú mejor. Las redes son su herramienta, sí. Pero su verdadera fuerza está en su compromiso. Y eso no se apaga.
Commenti